Hace unos días fui a ver La próxima estación el documental de Pino Solanas, que relata la historia de los ferrocarriles en la Argentina. Lamentablemente no hace más que reforzar algunos conceptos que tenía, en especial la traición de los dirigentes sindicales, que fueron cómplices del latrocinio que representaron las privatizaciones. Quizá un punto destacable es el de esclarecer de que los ferrocarriles siguen siendo del estado, es decir nuestros, que solo están concesionados, y cualquier acto vandálico contra los trenes, habituales en estos días, es un acto contra nosotros mismos. Al final deja un mensaje esperanzador, promocionando el proyecto un Tren para Todos, al cual los invito a sumarse.
Personalmente me sorprendió ver al Ing. ferroviario Norberto Rosendo, que fue profesor mío, en el último año de la secundaria, año 1989, que además de ser el año de la caída del Muro de Berlín, fue el año en que el personaje innombrable fue electo y asumió como presidente. Recuerdo claramente, en charlas que teníamos en el laboratorio de electrónica, que Rosendo veía mal la alianza de pequeños partidos de izquierda al Frejupo, partido al que, gracias a haber nacido en junio, no llegué a votar por ser menor de 18.
El otro día leía la noticia de que internaron al reverendo hijo de puta este, y pensaba que la muerte no es castigo, para un delincuente de su calaña, quizá sea liberador para nosotros, porque nunca le va a llegar el castigo que le corresponde, pero debería vivir 100 años mas, sufriendo, como hizo sufrir a millones de argentinos, convirtiendo a trabajadores en mendigos, destruyendo ciudades, pueblos, familias… Pero sin lugar a duda lo que más bronca me dio fue recordar como, políticamente hablando, me robó la utopía.
Personalmente me sorprendió ver al Ing. ferroviario Norberto Rosendo, que fue profesor mío, en el último año de la secundaria, año 1989, que además de ser el año de la caída del Muro de Berlín, fue el año en que el personaje innombrable fue electo y asumió como presidente. Recuerdo claramente, en charlas que teníamos en el laboratorio de electrónica, que Rosendo veía mal la alianza de pequeños partidos de izquierda al Frejupo, partido al que, gracias a haber nacido en junio, no llegué a votar por ser menor de 18.
El otro día leía la noticia de que internaron al reverendo hijo de puta este, y pensaba que la muerte no es castigo, para un delincuente de su calaña, quizá sea liberador para nosotros, porque nunca le va a llegar el castigo que le corresponde, pero debería vivir 100 años mas, sufriendo, como hizo sufrir a millones de argentinos, convirtiendo a trabajadores en mendigos, destruyendo ciudades, pueblos, familias… Pero sin lugar a duda lo que más bronca me dio fue recordar como, políticamente hablando, me robó la utopía.