viernes, 20 de mayo de 2011

Pendeja mágica o Laura Marling en el Samsung Studio...

El Reino Unido de un tiempo a esta parte ha venido exportando una seguidilla de jóvenes cantantes, adolescentes en ciertos casos, que sacuden la alicaída industria desde sus voces (vozarrones como el caso de Adele), belleza y/o nivel de reviente. En la búsqueda de que nueva y joven voz me podían ofrecer los viejos piratas, allá por fines del 2009 me encuentro con Laura Marling y su disco Alas I cannot swim, editado a principios del 2008 y grabado cuando esta muchacha tenía tan solo 17 años. Poco que pueda decir, puede describir este álbum, que se podría encuadrar dentro del ‘folk inglés’, solo que es musicalmente bello, plagado de texturas como las que hay en su voz, intimista y poderosa a la vez, con letras escritas desde una precoz madurez, si existiese tal definición.

En la noche del miércoles tuve la oportunidad de presenciar en el Samsung Studio un íntimo show, previo a su paso por el Quilmes Rock, en el que esta menuda muchacha, de hoy apenas 21 años, apariencia frágil, mirada perdida y tímida expresión, ingresa al escenario a brindar, acompañada por cinco músicos, uno de los shows más bellos e intensos que haya tenido oportunidad de presenciar.

Arreglos corales, piano, guitarra eléctrica, banjo, mandolina, chelo, vientos, contrabajo y percusión complementan y dan abrigo a su voz, que nos hipnotiza con Ghosts de su primer trabajo y prolonga el trance con temas de su segundo trabajo, un par de canciones ella sola y su guitarra, adelantos de su futura placa y otros más de su segundo trabajo. Cual ilusionista que chista los dedos, nos vuelve a la realidad para dar la noticia que quedan solo dos temas, cerrando toda oportunidad de rearmar el conjuro, explicando que al no sentirse suficientemente ‘rockeros’ no hacen bises. Cumpliendo con su palabra cierra con Rambling Man y I Speak Because I Can (tema que da nombre a su segundo disco) su corto y maginfico show.

Como luego de una epifanía volví a casa a esperar su próximo trabajo, con la esperanza de que ni la edad, ni el mercado hagan mella en la intensidad y calidad de su obra.






martes, 10 de mayo de 2011

No va más...

No soy un jugador compulsivo, no voy poniendo fichas en el paño a discreción, no juego a color, ni docena y no uso martingalas, es más juego muy, pero muy pocas veces, tan pocas que las podría enumerar. Mis apuestas no han sido menores ni mucho menos mezquinas. Y siempre apuesto a pleno, porque soy ambicioso, para mí, el premio es demasiado tentador.

La ruleta está girando, la bolilla sobre ella y me di cuenta que dejé todo sobre el paño, lo bueno, lo regular y lo malo, sobre todo lo malo, pero la apuesta ya está hecha.

Como siempre, no he tenido resto, no tengo habilidad, si hasta tiro al tablero mis fichas de forma brutal, lo he dicho, muy pocas veces juego, muy pocas.

Salió cero, la casa se lleva todo y la dudas, ¿Tendría que haber puesto mis fichas de a una, estirar el juego y esperar que la suerte no me sea esquiva?, ¿Quería realmente ganar esta apuesta o tenía miedo de no saber qué hacer con el premio?, ¿Acaso, no sabía que en este casino el cilindro estaba cargado y el número al que apuesto no iba a salir?

Me quedé sin fichas y me vienen ganas de salir a robar para volver al mismo casino, a jugar al mismo número, insisto no es cualquier premio, no es tangible, no se posee, no se usa ni se desecha, se disfruta y también se sufre, si no se reinventa se extingue.

No se perder, espero aprender a jugar.